En la década del 50, vivía en el Pueblo de Garzón una familia muy humilde, la
familia Suárez, esta estaba contribuida por la pareja y sus ocho hijos. Estos
no constaban con un gran poder económico, entonces para satisfacer sus
necesidades la familia tenía chacras, quintas y tambos.
En tiempos de cosecha de boniatos, ellos con carretas dirigidas por bueyes
se encargaban de recoger el fruto de la planta, sembrada por sus propias manos al
no tener maquinarias encargadas de dicho trabajo.
Uno de eso días, la hija menor, Milka de diez años ayudaba a su padre en el
sector mas lejano de su rancho a cosechar, lo embolsaban y luego lo colocaban
en cajones ubicados en la carreta para luego llevarlos al galpón. De pronto,
Milka estaba descargando una bolsa, cuando al llegar a la puerta del galpón se
golpeo fuertemente la cabeza contra una tabla, que sobre salía del marco del
portón de dicho lugar, al golpearse automáticamente se desvaneció cayendo
tendida en el pedregullo. Enseguida sus hermanos y padres corrieron a ella para
auxiliarla.
-
Traigan agua- Grito la madre, con un tono de voz nervioso y preocupante.
-
Yo voy- Dijo Maruja, la hija mayor.
Maruja les alcanzo el agua a sus padres y estos auxiliaron a Milka, mojándole la
cabeza tratando de hacerla reaccionar. Pasados unos cuantos minutos Milka reaccionó,
ella estaba muy dolorida y tenía un chichón que nunca se le fue.
Al pasar los años, como no se le iba el chichón fue al médico y al
realizarle unos cuantos estudios comprobaron que ella tenia una fractura de
hueso y que no era un chichón.
Hasta el día de hoy con 72 años ella conserva el bulto que le produjo la
fractura de hueso.